Muchas de las revoluciones del terror, supuestamente “buscando un mundo mejor”, se han llevado a cabo con la asistencia de verdaderas hordas de niños, desde las selvas de El Salvador, las altas montañas de Nepal, las ciudades como Saigón, Ho- Chi Min, Dublín, Kigali, Belfast, el Medio Oriente, las selvas del Ariari o de cualquier departamento de Colombia, las zonas desérticas de Sudán, de Chad, el Congo, Liberia, son solo algunos ejemplos de pequeños soldados que son llevados al combate para derrocar a un dictador, una estructura política, un vasallaje multinacional, un sistema étnico, político, o religioso opuesto, que generalmente está apoyado por los auto nombrados policías del mundo, como los del G-8, La ONU, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, que son tan dictatoriales como las estructuras militares de los revolucionarios, que los critican.
La estela de hambre, sumisión, analfabetismo, maltrato, abuso, abandono, miseria, violencia, y todo aquello que huela a desconcierto es lo que han tenido que sufrir millones de niños alrededor de este planeta, donde ellos los que deberían recibir un mundo cada vez mejor, solo reciben un montón de saldos en rojo, en alimentación, salud, recreación, bienestar, afecto, eso es lo que desencadena un agujero negro, donde solo caben las miradas colmadas de dolor que sentimos cuando vemos, LOS OJOS DE UN NIÑO MUERTO.
La estela de hambre, sumisión, analfabetismo, maltrato, abuso, abandono, miseria, violencia, y todo aquello que huela a desconcierto es lo que han tenido que sufrir millones de niños alrededor de este planeta, donde ellos los que deberían recibir un mundo cada vez mejor, solo reciben un montón de saldos en rojo, en alimentación, salud, recreación, bienestar, afecto, eso es lo que desencadena un agujero negro, donde solo caben las miradas colmadas de dolor que sentimos cuando vemos, LOS OJOS DE UN NIÑO MUERTO.